Sobre "La vida de los otros"

La amistad, la cultura, los interiores: ese piso del protagonista forrado de libros donde los amigos se reúnen y respiran. Esta atmósfera es lo que me engancha, casi seguro, cada vez que veo "La vida de los otros". Porque a pesar de todo, de la traición, del aire irrespirable del comunismo real de la época, de la injusticia, de la impotencia de comprobar cómo no se trata nunca de regímenes políticos sino de la pura jungla, a pesar de eso queda la amistad, la cultura, interiores habitables. Frente al totalitarismo y la decadencia política los amigos y los libros y la música. Darse a la palabra cuando el hielo arrecia fuera. Lo que me engancha es esta atmósfera y cierta nostalgia ante la pérdida, porque hace mucho ya que nuestra propia bestia triunfante, que esa fábrica de absoluto capital que hemos interiorizado como algo dado y natural -estación última o fin de la historia, defienden los tramposos o los bobos-, hace tiempo que esta ideología en la que estamos y que nunca se admite a sí misma como tal, mina estos tres elementos: la amistad, la cultura, el interior. Y ofrece, como placebo, la amistad virtual, la cultura como producto de consumo, el interior como fotografía de un catálogo que nadie habita.